sábado, 3 de enero de 2015

VUELO HACIA LA LIBERTAD

La suave seda cegaba su mirada. Sus sentidos se agudizaban con cada pequeño sonido que escuchaba.
Sus manos deseaban tocar, sentir, vivir.. pero permanecían atadas al cabecero de la cama.

-Solo escucha- le había dicho la voz que le llevó hasta esa lúgubre y fría estancia.

Al salir del trabajo, le habían privado de la vista en el callejón donde tenía el coche aparcado y la metieron en un coche. Parecía lujoso. Sintió el acariciante cuero de los asientos y el olor a elegancia que desprendía cada centímetro de metal.

-¡Dejenme!¿A donde me llevan? ¿Quienes son ustedes?¿Que quieren de mi?

Intento resistirse pero el hombre que la amordazó era fuerte.

-Cállate zorra. Tu haz lo que te digamos y no te pasará nada.

Las lágrimas resbalaban por sus ojos cual niña pequeña. Cuando ya habían pasado unos veinte minutos, según su reloj mental, el coche se paró en seco.
La sacaron con fuerza del mismo y la arrastraron por los suelos. Le quitaron la cinta que le habían puesto en la boca y gritó todo lo que pudo, con la esperanza de que alguien se apiadase de ella y la sacase de allí.
Pero su voz no hizo mas que retumbar en aquella estancia, que parecía una nave vacía ya abandonada.

-Espera aquí quietecita. Enseguida venimos a por ti.

Escuchó dos pasos distintos alejarse de ella y murmullos de fondo. No le gustaba esa situación. No le gustaba no tener el control sobre que es lo que iba a pasar. Por que estaba allí y que querían de ella eran las únicas preguntas que giraban en su cabeza.

Al cabo de unos minutos, los hombres volvieron y la hicieron caminar. Le hicieron subir unas escaleras que ascendió a duras penas, hasta una plataforma que parecía tener poca estabilidad. Le desataron las manos y le dieron la orden de desnudarse.

-Quítate la ropa. No preguntes. No digas nada. Solo obedece.

Paula sin decir una palabra hizo lo que se indicó. Sintió frío, mucho frío y la vez una total indefensión ante lo que no sabía que iba a suceder. Aun seguía con la venda en los ojos con lo cual su oído se agudizó todavía mas al oír como unos pasos distintos a los de antes se acercaban a ella.

Unas manos fuertes y rudas la cogieron por la cintura. Una soga basta y fuerte comenzó a rodear cada centímetro de su cuerpo, recorriendo curva tras curva.
El miedo desaparecía poco a poco de su interior. Quien la estaba atando, sabía muy bien lo que hacía, pues estaba consiguiendo que Paula sintiera la libertad y la calma que solo un buen Shibari es capaz de provocar.

Cada roce la hacía humedecer poco a poco. La boca se le secaba ante las ansias de seguir sintiendo como las cuerdas marcaban su territorio acariciándola.
A cada nudo le seguía una caricia y un ¿esta bien señorita?
A veces sentía que perdía el equilibrio pero esas manos experimentadas estaban ahí para sujetarla.
Rondaba por su cabeza quien sería el. Ese hombre que tanto la estaba haciendo sentir con un simple cacho de cuerda que cualquier otra persona rechazaría.

A la media hora o más, acabo de envolverla en aquellas caricias y la tumbó en el suelo. Activó algún tipo de maquinaria que puso en marcha un tipo de engranaje que se escuchaba chirriar por toda la nave.
Cada vez se acercaba mas a ella y la incertidumbre la poseyó.
El hombre unió uno de los nudos que formaban su vestido a una polea que a duras penas pudo acercar hasta su cuerpo.
Abrió una puerta que cerraba uno de los laterales de la plataforma en la que estaba y con ayuda de otro de los hombres la levantó y la acercó al borde la misma.

-¿Confía en mí señorita?- pregunto el con su ronca pero amigable voz.

Como no iba a confiar. No le quedaba otra opción después de que la hubiera vestido de gala con tanto mimo y cariño.

-Si Señor. Confío en usted.
-Bien. Deja tu mente en blanco. Solo siente,déjate llevar por las sensaciones y vívelas.

Sin esperarlo, un empujón la lanzó al vacío.
A merced del aire que llenaba toda la nave., su cuerpo bailaba por su propio peso que ejercía de fuerza.
Una calma y una sensación de plenitud la invadió de una forma tan abrumadora que la hizo estremecer. De nuevo, un frío alentador y protector erizó su piel.
Ahí colgada, en medio de la nada, no tenía preocupaciones ni pensamientos negativos.

Solo sentía como las cuerdas iban marcándola poco a poco,en cada vaivén, en cada sensación.



                                                                                                                       nyx de Lady Foc

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