En el rincón, desnuda
y arrodillada contra la pared esperaba su redención. El castigo que
la impugnara por la falta que había cometido.
La piel levantada a
tiras por los latigazos recibidos, no era suficiente.
El dolor de su alma si
pesaba de verdad, como una pesada piedra imposible de soportar.
No iba a recibir
piedad, ni cariño, ni su condescendencia. Sabía que no se le
merecía.
Por un día, y por
expreso acuerdo, su castigo iba a llevarse a cabo.
Por un tiempo
indeterminado, iba a ser una sumisa sin voz ni voto.. Debía confiar
su vida plenamente, sus decisiones, su persona, hasta sus límites
iban a dejar de existir.
Estaba a merced de la
clemencia y de la confianza que tenía en Su Dueña.
Solo oía el tic tac
del reloj y la soledad era su única compañera de habitación.
Tenía orden de comer a las dos en punto y de ducharse antes de que
Ella llegase.
Cuando el reloj le
indicó la hora estipulada, se levantó de su rincón y se dirigió a
la cocina. Allí tenia preparada su ligera comida. Rápidamente la
tomó y se dió una ducha.
Cuando llegó Ella a
las tres de la tarde, debía estar en su rincón de castigo.
Conforme entró por la
puerta, se dirigió hacia ella y la agarró del pelo. La arrastró
por el suelo hasta el baño y la metió en la ducha. Ató sus
muñecas al soporte de la la misma y abrió el grifo.
El agua helada se
deslizó sobre su piel y la erizó. No podía quejarse ni tenía
permiso para hablar.
Aguantó con silencioso
dolor como sentía que la falta de calor le iba paralizando el riego
de sangre en su cuerpo. Cada parte de su cuerpo empezaba a
enrojecerse como si estuviera en plena calle desnuda en el frío
invierno.
Cerró el grifo y la
sostuvo de la mano sacándola a la fuerza para tirarla en el suelo.
Clavó sus tacones con toda Su fuerza en sus nalgas,moviéndolos
mientras los apretaba . Pequeños círculos quedaron impresos en su
enrojecida piel. La levantó y la puso frente al espejo. Sujetó su
cabellera forzando su cabeza a que se viera reflejada en el cristal.
-¡Mírate! Eres un
despojo, un desecho, una cerda que solo sirve para que la follen sin
piedad. Una perra callejera que debería estar en la calle tirada a
la intemperie. No eres nada ni significas nada. Sin mi ¡No!.
La miró de reojo
esperando un gesto de consentimiento para hablar. Su mirada lo dijo
todo.
Le soltó del pelo, la
giró hacia Ella y le arreó varios bofetones que hicieron que se le
saltaran las lágrimas.
A golpes la llevó
hasta la cama. La tumbó y cogió su látigo.
Se subió encima de
ella y desde arriba le hizo contar cada restallido hasta nueva orden.
Desconocía cuanto iba
a durar ni hasta donde sería capaz de soportar. Pero con voz
quebrada, contó uno tras otro, a cada cual mas intenso y doloroso.
Allá por el numero
cincuenta sonó el timbre de la puerta.
-¡Quédate ahí! No te
muevas.
¿Cómo iba a moverse
si le dolía hasta la última célula de su cuerpo? Para ella era
inviable moverse en ese estado. No tenía fuerzas ni ganas.
Tenía la cabeza girada
hacia la puerta.Un hombre entró con Ella en la habitación. Depositó
un maletín en el suelo y lo abrió. De ahí sacó un bisturí,
algodones y alcohol.
-Me van a curar- pensó
para sus adentros.
El hombre la hizo
colocarse en posición fetal en la misma cama. Palpó varias zonas de
su cuerpo hasta que el lateral de la cintura fue la elegida.
Le pasó un algodón
empapado de alcohol por la blanca piel e hizo un pequeño esbozo de
unas letras con un rotulador.
Cogió el bisturí con
firmeza y seguridad y empezó a delinear cada letra con precisión. Su
mente, sorprendida y bloqueada ante lo que estaba viviendo, comenzó a
hacerse idea de lo que iba a sufrir.
Estaba siendo sometida
a una escarificación, algo que nunca había pensado que llegaría,
aunque si lo había imaginado más de una vez. Llevar un tatuaje o
una marca que indicase de quien era propiedad, de a quien pertenecía.
Pero no esperaba que
fuera de esa manera.
Soportó cada corte
mordiéndose los labios. Destestaba la sangre, las agujas y todo lo
que conllevara jugar de esa manera.
Al cabo de unos veinte
minutos, el hombre le secó la sangre que emanaba libre de las
laceraciones y sacó del maletín un bote de yodo y se lo aplicó.
-Ya esta listo Señora.
Su perra esta perfectamente . Dudo que se le olvide a quien
pertenece.
-Muchas gracias
caballero. Ha sido un placer y muchas gracias por sus servicios. Los
usaré mas a menudo- dijo Ella sonriendo- Dale las gracias zorra..
-Muchas gracias Señor.
El sonrió y salió de
la habitación con Ella detrás. Lo acompañó hasta la puerta y lo
despidió.
Ella volvió al cuarto
y siguió azotándola, esta vez con un rebenque.Seguía contando,
pues tenía la obligación de hacerlo, y, aunque empezaba a flaquear
y a fallarle las fuerzas del todo, su delicada voz continuaba
numerando cada golpe.Estaba al límite de su dolor y sentía que se
iba a desmayar.
Usó todos los
instrumentos que estaban a su alcance. No sabía cuanto duró pero
para ella fue un eternidad.
Por fin paró.
Le puso el collar y la
hizo bajar de la cama , y gateando la llevó hasta el rincón de
castigo. Allí le colocó unos electrodos en los pechos y en el coño
y se dedicó a jugar con ella y las descargas eléctricas. Gritaba de
dolor para sus adentros. Todo su cuerpo estaba magullado y lastimado,
pero más lo estaba su alma.
Al cabo de no sabe
cuanto rato, le quitó todos los aparatos, la dejó ahí tirada y
Ella se fue a dormir.
Al día siguiente, y
cuando aún no había abierto los ojos, Ella la llevó a la cama,
curó sus heridas físicas y le permitió descansar.
-Ya has tenido
suficiente. Tus heridas del cuerpo sanarán. Las demás es
responsabilidad tuya curarlas. Que descanses cerda.
Se fue y ella se
sumergió en un profundo sueño del que no que quería volver a
despertar. Sus últimas palabras fueron el somnífero determinante.
nyx
de Lady Foc
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