La suave seda cegaba su mirada. Sus
sentidos se agudizaban con cada pequeño sonido que escuchaba.
Sus manos deseaban tocar, sentir,
vivir.. pero permanecían atadas al cabecero de la cama.
-Solo escucha- le había dicho la voz
que le llevó hasta esa lúgubre y fría estancia.
Al salir del trabajo, le habían
privado de la vista en el callejón donde tenía el coche aparcado y
la metieron en un coche. Parecía lujoso. Sintió el acariciante
cuero de los asientos y el olor a elegancia que desprendía cada
centímetro de metal.
-¡Dejenme!¿A donde me llevan?
¿Quienes son ustedes?¿Que quieren de mi?
Intento resistirse pero el hombre que
la amordazó era fuerte.
-Cállate zorra. Tu haz lo que te
digamos y no te pasará nada.
Las lágrimas resbalaban por sus ojos
cual niña pequeña. Cuando ya habían pasado unos veinte minutos,
según su reloj mental, el coche se paró en seco.
La sacaron con fuerza del mismo y la
arrastraron por los suelos. Le quitaron la cinta que le habían
puesto en la boca y gritó todo lo que pudo, con la esperanza de que
alguien se apiadase de ella y la sacase de allí.
Pero su voz no hizo mas que retumbar en
aquella estancia, que parecía una nave vacía ya abandonada.
-Espera aquí quietecita. Enseguida
venimos a por ti.
Escuchó dos pasos distintos alejarse
de ella y murmullos de fondo. No le gustaba esa situación. No le
gustaba no tener el control sobre que es lo que iba a pasar. Por que
estaba allí y que querían de ella eran las únicas preguntas que
giraban en su cabeza.
Al cabo de unos minutos, los hombres
volvieron y la hicieron caminar. Le hicieron subir unas escaleras que
ascendió a duras penas, hasta una plataforma que parecía tener poca
estabilidad. Le desataron las manos y le dieron la orden de
desnudarse.
-Quítate la ropa. No preguntes. No
digas nada. Solo obedece.
Paula sin decir una palabra hizo lo que
se indicó. Sintió frío, mucho frío y la vez una total indefensión
ante lo que no sabía que iba a suceder. Aun seguía con la venda en
los ojos con lo cual su oído se agudizó todavía mas al oír como
unos pasos distintos a los de antes se acercaban a ella.
Unas manos fuertes y rudas la cogieron
por la cintura. Una soga basta y fuerte comenzó a rodear cada
centímetro de su cuerpo, recorriendo curva tras curva.
El miedo desaparecía poco a poco de su
interior. Quien la estaba atando, sabía muy bien lo que hacía,
pues estaba consiguiendo que Paula sintiera la libertad y la calma
que solo un buen Shibari es capaz de provocar.
Cada roce la hacía humedecer poco a
poco. La boca se le secaba ante las ansias de seguir sintiendo como
las cuerdas marcaban su territorio acariciándola.
A cada nudo le seguía una caricia y un
¿esta bien señorita?
A veces sentía que perdía el
equilibrio pero esas manos experimentadas estaban ahí para
sujetarla.
Rondaba por su cabeza quien sería el.
Ese hombre que tanto la estaba haciendo sentir con un simple cacho de
cuerda que cualquier otra persona rechazaría.
A la media hora o más, acabo de
envolverla en aquellas caricias y la tumbó en el suelo. Activó
algún tipo de maquinaria que puso en marcha un tipo de engranaje
que se escuchaba chirriar por toda la nave.
Cada vez se acercaba mas a ella y la
incertidumbre la poseyó.
El hombre unió uno de los nudos que
formaban su vestido a una polea que a duras penas pudo acercar hasta
su cuerpo.
Abrió una puerta que cerraba uno de
los laterales de la plataforma en la que estaba y con ayuda de otro
de los hombres la levantó y la acercó al borde la misma.
-¿Confía en mí señorita?- pregunto
el con su ronca pero amigable voz.
Como no iba a confiar. No le quedaba
otra opción después de que la hubiera vestido de gala con tanto mimo
y cariño.
-Si Señor. Confío en usted.
-Bien. Deja tu mente en blanco. Solo
siente,déjate llevar por las sensaciones y vívelas.
Sin esperarlo, un empujón la lanzó al
vacío.
A merced del aire que llenaba toda la
nave., su cuerpo bailaba por su propio peso que ejercía de fuerza.
Una calma y una sensación de plenitud
la invadió de una forma tan abrumadora que la hizo estremecer. De
nuevo, un frío alentador y protector erizó su piel.
Ahí colgada, en medio de la nada, no
tenía preocupaciones ni pensamientos negativos.
Solo sentía como las cuerdas iban
marcándola poco a poco,en cada vaivén, en cada sensación.
nyx de Lady Foc