Llevaba un buen rato colgada en ese
inmenso espacio. La cabeza empezaba a acumular mucha sangre y le
costaba respirar.
De vez en cuando se balanceaba para
provocar aire que ventilase sus pulmones, pero eso no hacía mas que
acelerar el constante movimiento hacia su cerebro.
Las cuerdas comenzaban a provocarle
heridas en la piel que escocían y dolían. Pero a la vez esa
sensación de estar flotando, volando para la satisfacción de aquel
hombre que tan amablemente la trató, calmaba todos sus nervios y
dolores.
Escuchó voces debajo de su cabeza.
Debía estar a unos tres metros sobre el suelo. Echó la cabeza para
atrás y divisó tres personas en círculo, justo en línea recta de
donde ella estaba.
Llevaban varios látigos de muy larga
cola. Intuía que iba a pasar pero prefirió no pensar. Ahí colgada
cual cerdo en un matadero, no podía hacer mucho para escapar.
De repente, se activaron los engranajes
que la colocaron en el suelo. Una chica, vestida de latéx con orejas
de gata, le pasó unos cubitos de hielo por sus labios y le dio unas
suaves caricias por las partes de su cuerpo que las cuerdas no
cubrían, incluidos los pies.
La dejaron ahí unos diez minutos, hasta
que el riego sanguíneo se estabilizó y su cuerpo medio volvió a la
normalidad.
Al cabo de ese tiempo, volvieron a
izarla cual bandera a metro y medio del suelo. Dos hombre se
aproximaron a ella y le fueron quitando las cuerdas, masajeando cada
zona que iban dejando libre de nuevo.
Cuando hubieron terminado, se
divirtieron un rato con ella, manoseándola y lanzándole toda clase
de improperios e insultos que se les ocurrían.
-¡Basta ya cerdos!.
Su salvador había llegado, o eso creía
ella. Los dos hombre se retiraron, asustados ante la mirada
aterradora de ese hombre.
Sumergida en sus propios pensamientos
de hasta cuando iba a estar ahí, recibió un latigazo que la sacó
de su mente.
Un gritó plagado de dolor, retumbó en
toda la nave.
-Por fin la zorra ha hablado algo. Y yo
que pensaba que era muda..jajajajajaja!
Una risa escabrosa y llena de sadismo
ensordeció su voz. Los latigazos fueron cada vez más continuos y
fuertes. Su espalda se estaba llenado de jirones y su alma de dolor y
placer al mismo tiempo.
Perdió el conocimiento. Cuando
despertó, estaba tumbada en su cama, con su pijama. Levantó las
sábanas y se miró el abdomen. Llevaba cubierta un parte de él. Se
quitó la venda que lo cubría y vió la marca impresa de su collar.
No había sido un sueño. Había pasado
la prueba.
Sonrió y se volvió a dormir.
nyx de
Lady Foc
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