-¡Acércate a las rejas bandida!
Katia se bajó del catre destartalado y
tiró la manta mugriente al suelo. Llevaba 3 días encerrada en esa
celda sin saber por qué.
Saliendo de un pub con los amigos,
fueron meros espectadores de una pelea que se estaba produciendo en
la acera de enfrente.
La policía se presentó allí y
detuvieron a todo el mundo que estuviera en los alrededores, sin
preguntar si tenían algo que ver o no.
Y así acabó Katia. Esposada por
obligación en una asquerosa celda llena de olores y malandros por
doquier.
Apenas había comido en esos tres días
y esperaba que al sacarla de la celda por lo menos le dieran un trozo
de pan y algo caliente.
Metió las manos por el hueco de las
rejas y le colocaron las esposas.
Le abrieron y caminó entre dos de los
fornidos policías que la custodiaban hacia no sabia donde. Bajaron
por unas escaleras y caminaron por un oscuro pasillo con puertas de
metal cada pocos metros. Le quedó claro que esos eran los verdaderos
calabozos, donde encerraban a los maleantes mas peligrosos. Se sentía
observada por ojos ocultos en las pequeñas rendijas incrustadas en
las puertas. Entre el eco se oían todo tipo de insultos que le
propinaban los ahí encarcelados.
Llegaron al final del pasillo, donde
había un cuarto con una silla en el centro con ataduras en sus
brazos. Un catre usado y desvencijado esperaba a su próxima víctima
en una esquina.
La tiraron al suelo de un empujón y
cerraron la puerta con un golpe que la ensordeció. Se sentía
agotada y hambrienta. Se durmió.
Una atronadora patada en el estomago la
despertó.
-¡Despierta zorra!
Se giró y ahí estaba. Imponente,
deslumbrante y derrochando poder por los cuatro costados. Los labios
rojos eclipsaron su vista que se había quedado clavada en esas
piernas infinitas acabadas en unos taconazos interminables.
La agarró del pelo y le arrastró
hasta el catre donde la tiró como si fuera basura. Rasgó su
camiseta con esas uñas de gata felina y le arrancó los pantalones
de un tirón. Quedó ahí desnuda, humillada y viéndose observada por
todos esos hombres con cara de viciosos que eran el séquito de Ella.
-Es toda vuestra chicos. Podéis hacer
con ella lo que queráis pero no me la matéis. Dejadme un cachito si
acaso. No seas malos.
Una perversa risa llenó la habitación.
Y tal como apareció, se fue.
Uno a uno le fueron magreando cada
parte de su cuerpo. Sentía una humillación extrema y miedo al mismo
tiempo. Desconocía si ellos tendrían algún tipo de límite o
consideración hacia ella.
Se iban alternando para que todos
disfrutaran del cachito de carne que creían les pertenecía.
Uno de ellos cogió su melena y y la
puso de rodillas contra la cama. Se la folló cuantas veces quiso
mientras otro metía su polla subido en el catre y le llenaba la cara
de bofetones. Sus rodillas estaban llenas de magulladuras y cara de
morados. Le empezó a sangrar el labio de una de las ostias que le
metió otro de los policías, que le sujetaba la cabeza mientras el
otro continuaba follándole la boca hasta que le echó toda la
corrida por la cara.
-¡Límpiame bien la polla que te la
vas a seguir comiendo hasta que revientes puta! ¿Como va ese culo
Mario? ¿Ya se lo reventaste o hay que meterle otra?
-¡Jajajajajaj! ¡Que bestia eres Raúl!
Aunque creo que a esta zorra le encantaría. Es una puta perra bien
preparada.
Un tal Isaac, se tumbo en el catre y
puso a Katia a horcajadas de el. Le follo el coño mientras Mario
seguía metiéndosela por el culo.
El que le llenó la cara de bofetones,
le ató los brazos ala espalda para que no pudiera moverse y quedase
totalmente acoplada a la doble follada a la que le estaban
sometiendo.
Sentía todo su cuerpo dolorido.
Manchas negras de estar en suelo, semen por toda su cara y su pelo,
moratones en cada centímetro de su piel..... humillación mental y
física que la había dejado destrozada.
-¡Parad ya brutos! La vais a matar. Si
es que no os puedo dejar solos...¡Joder!
Ella se acercó dejando rastro del
sonido de sus tacones por todo el habitáculo. Ese sonido calmó a
Katia.
-¡Raúl! ¡Mario! Ponedla en el
respaldo de la silla y atadle los brazos a los laterales. Voy a
disfrutar de mi pequeña y sucia zorra un ratito.
-Como Usted ordene mi Señora.
Ella acarició sus nalgas delicadamente
pero con decisión. Secó las lágrimas de sus ojos que denotaban su
vencimiento. Podían hacer con ella lo que quisieran. Solo deseaba
que acabase pronto esa tortura.
La Reina se colocó delante de sus ojos
con un tremendo arnés brillante e incitante a ser lamido.
Se lo restregó por sus labios.
-¡Chúpalo zorra!
Katia se lo metió en la boca como
pudo, pues al estar atada no estaba libre de movimientos. Lamió esa
polla de plástico como si le fuera la vida en ello.
La saliva se le resbalaba por las
comisuras de los labios... se sentía tan sucia... Las arcadas le
impedían respirar con normalidad y le costaba mantener el ritmo.
Ella sacó la polla de su boca y le
frotó la saliva por su cara. Se puso detrás de ella y se la metió
por el culo sin ningún tipo de miramiento.
La sintió tan adentro que creyó que
le había llegado hasta el estómago. El placer que le probocaba era
tan efímero pero estaban tan eclipsado por el agotamiento, que Ella
lo notó. Entonces con sus dedos masturbó su coño mientras seguía
penetrándola.
Cada embestida y cada caricia con esos
dedos mágicos, fueron lo único que lograron que Katia estallase de
placer a pesar de su estado.
-Buena perra Katia. En este territorio
solo existe una ley....la MÍA.-dijo Ella señalando su cuerpo.
nyx de
Lady Foc
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