sábado, 2 de enero de 2016

Una noche distinta

Apoyada en los barrotes de la pequeña jaula, esperaba sedienta y con frío a que requiriesen de su presencia. 
Hacía tan solo unas horas, que saliendo por la puerta de su oficina, un coche paro delante suya y la arrastro hasta el interior. Algún tipo de sustancia aspirada a través de un pañuelo que habían puesto en su nariz, hizo que se desmayase y no recobrase el sentido hasta un buen rato después. 
Cuando abrió los ojos, se encontró en aquel zulo lúgubre y húmedo, con úna cuenco de agua y otro con una comida pastosa delante suya. 
Descolocada y sin saber qué hacía y como había llegado allí, se acomodó lo que pudo sobre sus talones, de rodillas y espero. 
A pesar del entumecimiento que estaba  sufriendo su cuerpo, mantuvo los ojos abiertos y los sentidos en alerta. 
Escucho de pronto como desde detrás suyo, le llegaba un sonido de alguien subiendo escalones o algo parecido. Allí todo hacía eco, hasta su respiración. No podía darse la vuelta, pues la jaula era demasiado pequeña y no permitía mucho margen de movimientos. 
-Muy bien perra. Hora de dar un paseo. 

Abrió la puerta de la la jaula y engancho una cadena a la argolla de su collar.  A cuatro patas, le siguió hasta cruzar una puerta que daba a un pequeño jardín.  La paseó haciendo la forma del jardín durante un largo rato, siempre detras como una buena perra. 
- Si necesitas hacer tus necesidades , ahí tienes un trozo de arena en el rincón donde puedes hacerlas. Sin levantar tus cuatro extremidades del suelo. 

Le soltó la cadena de la argolla y se dirigió al rincón, pues llevaba horas sin hacer pis y levantando un poco su pierna derecha, lo intentó. Le costó las primeras gotas por vergüenza y la humillación de verse en esa situación cual animal, y también por sentirse observada. Cerró los ojos y se concentró en lo que debía ser y sentirse. 
Espero a ser llamada de nuevo y cuando escucho el silbido, se acercó de nuevo para que le pusieran la cadena. 
-Hora de volver a tu jaula, perra. 
Le siguió den huevo escaleras abajo hacia el zulo. Los cantos de los escalones se le clavaban en las rodillas y en las palmas de las manos. Pero así debía ser. Era una perra y como tal debía comportarse. 
Le abrió la puerta de barrotes y volvió a meterse dentro, intentando colocarse lo mejor posible. Se arrodilló, apoyo sus nalgas en sus talones y la cabeza en sus brazos que cruzó por delante de su cara. 
A los pocos minutos, un olor que le comenzó a tontear, inundó el zulo. 

Se despertó al día siguiente en una cama mullida y tapada hasta el cuello. Desubicada, no sabía en qué momento de la noche le habían puesto allí. Lo último que recordaba era el olor del zulo. 

-Buenos días perrita. Despierta que ya salió el sol. El desayuno te espera en la cocina. Báñate y te espero allí. 

                     nyx de Lady Foc 



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